Dos equipos se enfrentaron ayer con el
objetivo de recuperar sensaciones y despejar las dudas que se ciernen sobre su
juego. Uno ganó crédito por su victoria y por cómo la consiguió, y el otro no
mejoró ni empeoró, pues perder en el Camp Nou es lo normal para el que lo
visita.
El partido fue engañoso: el resultado miente,
pues debió ser mucho más abultado, y el juego también, pues no fue consecuencia
exclusiva de la excelencia blaugrana –no en cotas comunes-, sino del pobre
rendimiento vasco.
La Real Sociedad presenta síntomas de agotamiento: tienen una plantilla corta que afronta tres competiciones por primera
vez en casi diez años. Por ahora, los txuri-urdin no aguantan jugar dos
partidos por semana con el ímpetu necesario para lograr sus objetivos: hacer un
buen papel en Champions, competir la Copa y clasificar una vez más a la máxima
competición europea en Liga.
En resumidas cuentas, el conjunto vasco está
limitando su esfuerzo para sobrevivir a semejante desgaste, pero no alcanza: no
es suficiente para evitar que los jugadores se arrastren por el campo a la hora
de juego. Ayer, precisamente, Arrasate escogió ahorrar energías.
Es difícil definir a ciencia cierta cuál era
el planteamiento visitante, pues el súper campeón hizo volar la pizarra por los
aires con su gol de vestuario. Digamos que la Real trató de presionar bien
arriba, pero el 1-0 y el juego directo del Barça forzó a Arrasate a ordenar
repliegue en su propio campo, dibujando dos líneas de cuatro hombres para
defender y un 1+1 para contragolpear, pero fue presa fácil por dos razones: por
la pobrísima intensidad del equipo –recordemos: las piernas de los vascos no
aguantan 180 minutos por semana- y por el dibujo táctico, absolutamente
inadecuado en el Camp Nou, pues ahora mismo lo mejor es un 4-1-4-1.
Cuando Xavi e Iniesta –en clara línea
ascendente- identificaron el dibujo, no pudieron evitar sonreír e intercambiar
miradas de complicidad, a las que pronto se uniría el resto del equipo. No solo
les dejaban recibir, girar, pensar y pasar sin oposición, sino que la
disposición táctica visitante carecía de un hombre entre las dos líneas de
cuatro que cortocircuitara el juego entre líneas culé. Empezaron a combinar, a
un toque, a dos toques, a encadenar pase tras pase, desorientando y desorganizando
a la Real, basculando.
Pero mientras todos veíamos el balón rodar,
Alexis Sánchez hacía unos movimientos sin balón bastante interesantes: corría
desde la banda hacia el centro, ubicándose de nueve y arrastrando su marca,
permitiendo a Alves desdoblarse constantemente, y Xavi siempre lo veía, hoy más
cerca de Andrés para asociarse y permitir a Messi ocupar las posiciones de
interior derecho y falso nueve al mismo tiempo. Al otro lado del campo, Neymar daba
pánico, reafirmándose como otro foco de peligro, asistente, goleador y
generador de puntos.
El segundo gol llegó gracias a esa
basculación y la inteligencia de Messi para atacar el lado débil. Todo empeoró
para el visitante, que hizo muchas cosas mal. Xavi, libre, dispuso del
encuentro como quiso, cual versión 2011 –que solo es posible reeditarla ante equipos poco intensos o de ritmo bajo, replegados-, y su Barça sometió territorialmente,
ejerciendo una presión posicional y recuperación tras pérdida absolutamente
dictatorial.
Así llegó el tercero, cuando Xabi Prieto
había abandonado el campo y Arrasate, capitulado. Messi quiso emular a
Cristiano y luego disparó al travesaño; el rebote le cayó a Griezmann, quien
trató de sacar el balón jugado por el medio. Craso error, pues ahí estaba
Busquets, montado sobre la yugular de la Real –señal de que el equipo domina-,
para sentenciar con un remate de afuera del área.
El resto fue coser y cantar. El Barça manejó
el balón con criterio e intención y filtrando ocasión tras ocasión, una más
clara que la otra, y si el partido no terminó 10-0, fue porque en este deporte
pasan cosas raras. El gol de la Real desnudó a Piqué y Bartra le contestó con
otro, como revalidando con el tanto que está preparado para entrar en las
rotaciones desde ya.
El Barça visitará a Almería el próximo fin de
semana, y uno podría pensar que está regresando a ser lo que era en 2011 de la
mano de Xavi, pero no es así. Las condiciones para que se diera lo de ayer son
muy raras, y no lo veremos muchas veces más de aquí al retiro de la leyenda de
Terrassa. Disfrutemos de él mientras podamos, como hicimos ayer cuando soñamos
con aquel equipo de Guardiola.
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