El Real Madrid deja ir al mejor último pase
de Europa. 71 asistencias en tres temporadas, una treintena de ellas para
Cristiano Ronaldo. El capricho de Florentino rompe la relación pase-gol más
fructífera del Siglo XXI, pero reducirlo a eso sería ser condescendiente.
Mesut Özil es mucho más que eso, además de
ser uno de mis jugadores favoritos. El mago de Gelsenkirchen fichó por el
Madrid en 2010, siendo desde entonces importante –con períodos oscuros, eso sí-
en el esquema de Mourinho. Su primera temporada fue buena, pero su explosión acaeció
en la 2011-12, cuando ganó regularidad, consistencia y su equipo conquistó la
Liga de los 100 puntos. Fue, además, pieza clave para revertir la tendencia de los Clásicos.
La decisión de Mourinho de presionar al Barça
muy, muy arriba y enjaular a Messi sentó cátedra. Desnaturalizó el juego culé y
equilibró la balanza, aunque fuera solo una hora por partido por cuestiones de
cansancio. Casualidad o no, se atrevió cuando vio que a Xavi empezaba a
costarle el giro. No obstante, faltaba algo. El Barça de entonces seguía
atacando muy bien y muy junto, en otras palabras, la presión tras pérdida era
extraordinaria. El contragolpe era difícil cuando los lanzadores (Xabi y
compañía) tenían hasta tres hombres encima, aunque luego este problema sería
menor debido al declive de Hernández y la posesión viciada del Barça.
Hasta que el estratega de Setúbal vio a Özil
y se dio cuenta de que la respuesta siempre había estado frente a sus ojos. Le
pidió que cayera a banda derecha, y pausa: dos, tres segundos, “saca a Busquets del centro y suéltala”. Y allí, en ese incendio dilatado localizado detrás de
Xavi y Andrés, aparecían Cristiano y Benzema para ajusticiar. Todo entre
líneas, porque cuando la transición blaugrana hincó la rodilla (por allá a
mediados de 2011), el punto ciego del equipo dejó de limitarse a la espalda de
Alves solamente, sino al espacio entre los interiores y Busquets.
Özil hizo eso extremadamente bien, porque por
si algo destaca el alemán de ascendencia turca es por su técnica, regate y
visión. Es muy complicado arrebatarle el esférico, lo mejor es tapar los
receptores y obstaculizarle el pase. Tampoco es fácil, porque Mesut es un
artista en la asistencia, como Fábregas pero un escalón por encima.
Pero el Real Madrid ha perdido a la bestia
negra de Busquets. Isco lo hirió de muerte al desplazarlo a la derecha, zona
que le desagrada aún con Carvajal. No es Iniesta y no le basta con un lateral
largo para lucir en banda. Lo de Bale fue rematarlo. Florentino mató a Özil.
Ancelotti consideraba vital y emocionante juntar a Mesut con Isco en un once de
posesión, triangulaciones y dominio posicional, pero el capricho del Presidente
lo cambia todo. Por más argumentación que se haga, Özil encajaba mejor en la
idea del italiano que Bale, ese que como Cristiano, está loco por correr más y
pasar menos.
Personalmente creo que dejar ir al 8 de Alemania
es un error histórico y es una pena para la Liga, pero un alivio en clave culé
(y para Busquets). Tal vez Özil nunca fue feliz en el Madrid, bien sea porque
nunca comulgó con el estilo de juego de Mourinho, bien sea porque no se sintió
importante con Ancelotti, o bien sea porque su corazón nunca dejó de ser
blaugrana.
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