domingo, 1 de septiembre de 2013

Defender con Cesc y sin Xavi


Djukic optó por presionar arriba, adelantar líneas y ser fiel a su estilo de toque. Fue un error. El campeón tardó unos minutos en descifrar el planteamiento y romperlo con desmarques de Neymar y Messi –en menor medida- a espaldas de los laterales y centrales. Ayer el brasileño fue un incordio al espacio, como se espera de él ante defensas adelantadas. Si no marcó fue por pura casualidad, pero da igual porque se le vio mejor en la asociación y el toco y me voy tan culé. Le falta timing y entendimiento con sus compañeros, pero el mejor jugador de la Copa Confederaciones aprende todo muy rápido: es un genio en esto del fútbol.

El Barça jugó fácil: empezar por fuera, volver al centro con Messi o Cesc, atraer marcas, otra vez por fuera a un extremo, desborde de lateral para luego terminar por dentro o un centro raso. Si no funciona, presión tras pérdida y a cobrar. O directamente un pase al espacio. No habría sido posible de no ser por el oficio de Busquets para morder arriba, la clarividencia de Fábregas para el arte del pase, o los giros de Iniesta sobre sí mismo para ridiculizar la presión local.

Durante cuarenta minutos se vio cómo engrana el dúo Cesc-Andrés y gustó mucho. El equipo gana en profundidad y fluidez gracias a la invisibilidad de Fábregas entre líneas y su ya comentada percepción superior para la asistencia y el toque. Pero pierde otras cosas, porque resulta que los vicios de este Xavi son virtudes accidentales: posesiones largas pero carentes de profundidad, previsibles, lentas y horizontales. La clave está en que tenerla más, aunque utilizándola peor, no hace sufrir al Barça de Martino y Xavi siempre y cuando pierda el balón muy arriba, cuando le es posible lanzar su presión acertadamente. La decisión de prescindir de Iniesta y no de Hernández ante el Atlético parece que fue, en virtud de lo expuesto y de la consecución del título, acertada y saludable para la transición defensiva.

Porque siendo francos, el Barça defendió mal ayer, sobre todo en el segundo tiempo. La presión era imposible porque el equipo se partió en dos pedazos: Piqué, Busquets y Mascherano atrás y los demás allá adelante, amontonados cerca del arco de Diego Alves. Gerard tragaba grueso cada vez que veía a Dani subir como una locomotora sin retorno hasta el fondo, y seguramente Mascherano tampoco disfrutaba las de Alba, pero es muy superior a su compañero en la cobertura y alejándose del centro. ¿Su anticipación es la mejor del fútbol actual? Tal vez. Pabón apuñaló una y otra vez la espalda de Dani pero casi siempre se veía obligado a devolver el balón a un compañero. No obstante, lejos de ser un alivio para el Barça, fue mucho peor, porque en posicional el Valencia creó muchísimo peligro y  dejó en evidencia que la defensa organizada de los blaugrana es la peor de cualquier equipo de élite. ¿Culpables? Alba, Iniesta, Neymar, sí: todo el flanco izquierdo. Es que ellos están para otra cosa.

Sin embargo, Fábregas puede defenderse de mi argumento (rememoro: que el equipo defiende peor con él y sin Xavi) alegando que la transición defensiva jamás será buena con Alves y Alba proyectados hasta el infinito y más allá y Busquets de pivote en plan llanero solitario. Y seguramente tenga razón. Es más: no sería buena ni en el Barça de Pep 2011, maestro en esas lides.

El Barça necesita un equilibrio en transición y eso pasa por atar más a un lateral, y no parece sabio que el elegido sea Jordi Alba, que defiende mejor volviendo que estando y además es necesario para que Neymar rinda al máximo nivel. Lo normal es que tarde o temprano Alves termine midiendo más sus subidas. El Tata ya hizo varios guiños en esta dirección retrasando e interiorizando su posición ante el Levante y probando reiteradamente a Tello como extremo derecho, aunque su adaptación se intuye complicada.

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