Djukic optó por presionar arriba, adelantar líneas y ser fiel a su estilo de toque. Fue un error. El campeón tardó unos minutos en descifrar el planteamiento y romperlo con desmarques de Neymar y Messi –en menor medida- a espaldas de los laterales y centrales. Ayer el brasileño fue un incordio al espacio, como se espera de él ante defensas adelantadas. Si no marcó fue por pura casualidad, pero da igual porque se le vio mejor en la asociación y el toco y me voy tan culé. Le falta timing y entendimiento con sus compañeros, pero el mejor jugador de la Copa Confederaciones aprende todo muy rápido: es un genio en esto del fútbol.
El Barça jugó fácil: empezar por fuera,
volver al centro con Messi o Cesc, atraer marcas, otra vez por fuera a un
extremo, desborde de lateral para luego terminar por dentro o un centro raso.
Si no funciona, presión tras pérdida y a cobrar. O directamente un pase al
espacio. No habría sido posible de no ser por el oficio de Busquets para morder
arriba, la clarividencia de Fábregas para el arte del pase, o los giros de
Iniesta sobre sí mismo para ridiculizar la presión local.
Durante cuarenta minutos se vio cómo engrana
el dúo Cesc-Andrés y gustó mucho. El equipo gana en profundidad y fluidez
gracias a la invisibilidad de Fábregas entre líneas y su ya comentada percepción
superior para la asistencia y el toque. Pero pierde otras cosas, porque resulta
que los vicios de este Xavi son virtudes accidentales: posesiones largas pero
carentes de profundidad, previsibles, lentas y horizontales. La clave está en
que tenerla más, aunque utilizándola peor, no hace sufrir al Barça de Martino y
Xavi siempre y cuando pierda el balón muy arriba, cuando le es posible lanzar
su presión acertadamente. La decisión de prescindir de Iniesta y no de
Hernández ante el Atlético parece que fue, en virtud de lo expuesto y de la
consecución del título, acertada y saludable para la transición defensiva.
Porque siendo francos, el Barça defendió mal
ayer, sobre todo en el segundo tiempo. La presión era imposible porque el
equipo se partió en dos pedazos: Piqué, Busquets y Mascherano atrás y los demás
allá adelante, amontonados cerca del arco de Diego Alves. Gerard tragaba grueso
cada vez que veía a Dani subir como una locomotora sin retorno hasta el fondo,
y seguramente Mascherano tampoco disfrutaba las de Alba, pero es muy superior a
su compañero en la cobertura y alejándose del centro. ¿Su anticipación es la
mejor del fútbol actual? Tal vez. Pabón apuñaló una y otra vez la espalda de
Dani pero casi siempre se veía obligado a devolver el balón a un compañero. No
obstante, lejos de ser un alivio para el Barça, fue mucho peor, porque en
posicional el Valencia creó muchísimo peligro y dejó en evidencia que la defensa organizada de
los blaugrana es la peor de cualquier equipo de élite. ¿Culpables? Alba,
Iniesta, Neymar, sí: todo el flanco izquierdo. Es que ellos están para otra
cosa.
Sin embargo, Fábregas puede defenderse de mi
argumento (rememoro: que el equipo defiende peor con él y sin Xavi) alegando
que la transición defensiva jamás será buena con Alves y Alba proyectados hasta
el infinito y más allá y Busquets de pivote en plan llanero solitario. Y
seguramente tenga razón. Es más: no sería buena ni en el Barça de Pep 2011,
maestro en esas lides.
El Barça necesita un equilibrio en transición
y eso pasa por atar más a un lateral, y no parece sabio que el elegido sea
Jordi Alba, que defiende mejor volviendo que estando y además es necesario para
que Neymar rinda al máximo nivel. Lo normal es que tarde o temprano Alves
termine midiendo más sus subidas. El Tata ya hizo varios guiños en esta
dirección retrasando e interiorizando su posición ante el Levante y probando
reiteradamente a Tello como extremo derecho, aunque su adaptación se intuye
complicada.
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