sábado, 1 de junio de 2013

Cien veces gracias


El Barça gana al Málaga y consigue la mejor Liga de la historia. Quince puntos que lo separan del segundo confirman una supremacía nunca antes vista a nivel nacional. Treinta y ocho golpes sobre la mesa para silenciar los gritos de fin de ciclo, pero el fútbol se encarga de desbaratar las afirmaciones hechas con rotundidad y arrogancia, como un karma.

Diseccionando la Liga del campeón, la hallamos dividida en cuatro pedazos: el Barça de Messi (de la jornada 1 a la séptima, el Clásico), el Barça de todos (desde el Clásico hasta la jornada 20, derrota ante la Real), el Barça de las rentas pasadas (desde dicha caída hasta la jornada 35, cuando gana el título matemáticamente) y el actual, que se las arregló sin Lionel para ganar todos sus compromisos.
Es cierto que a nivel de juego el Barça no fue tan brillante, o al menos no regularmente, pero sí tuvo una etapa esplendorosa, una decena de partidos tras el Clásico en la que Cesc tomó la batuta y todos jugaron como quisieron.

Si “hipnosis” define al equipo de Xavi, “asfixia” define al de Fábregas. La verticalidad sensata con la que el Barça atacaba en ese período resultaba hasta violenta. El Barça era el típico bully que escogía a su víctima, la llevaba al baño de varones, le metía la cabeza en las aguas malolientes del inodoro y que solo le permitía un par de segundos de aire para luego repetir el proceso hasta aburrirse.

Ayer no vimos eso, porque el campeón –lógicamente- no tenía por qué hacer un esfuerzo competitivo y no tenía a Messi. No obstante, el Barça apaleó al Málaga con facilidad insultante, quince minutos de aplastamiento y un “¿ya está?” incrédulo en la grada. Pellegrini no merecía esa despedida.

Con Busquets plenamente recuperado (que no al 100%), regresó la noria del mediocampo. De los cuatro fantásticos (por si hay algún despistado: Xavi, Andrés, Cesc y Messi) solo había tres, más que suficiente para volver loco al Málaga con enroques permanentes. Pedro aportó lo invaluable y facilitó el trabajo de todos, además de dar profundidad, tarea que tuvo Jordi Alba por banda izquierda, liberado por Martín El Equilibrador. Y si el Málaga superaba la sala de máquinas blaugrana, ahí estaba Mascherano para barrer con todo, Piqué para calmar las aguas y Pinto en plan pulpo.

El segundo tiempo fue testimonial, pero hay jugadores de los que quiero hablar:

Thiago. Bastó un par de minutos para demostrarnos por qué Tito confía más en Xavi y Cesc que en él y por qué no tiene más tiempo de juego. Su atrevimiento es tanto que lo traiciona, intentó un lujo, perdió un balón donde no se permite y el Málaga marcó. Alcántara es peor que el año pasado porque ni él mismo sabe a qué juega, pero estoy plenamente seguro de que si decide quedarse (Dios, dale sabiduría), será importante el curso que viene.

Abidal. Recibió una espectacular ovación (otra más) y se va como un mito. El 22 le quedará grande a quien sea y lo mejor es que el dorsal sea retirado. Yo, con temor a ser asesinado a sangre fría, tengo que decir que estoy de acuerdo con la decisión de no renovarle, pero no con las formas, y mucho menos con que se rompa una promesa.

Y así culmina una Liga sensacional. El Barça ya no es Dios y tal vez ni sea el rey de los mortales, pero le basta para sacarle quince puntos al despilfarro más grande en toda la historia de este deporte. 

Barça, ¡cien veces gracias!

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