Da la sensación de que ha pasado un siglo,
pero fue hace solo dos años que el Barça reconquistó Europa, tras el breve coup
d'État protagonizado por el Internazionale
Milano de José Mourinho.
Aquella, la
2010-11, fue una temporada inolvidable para todos. El Barça luchó en dos
frentes: contra el Real Madrid del golpista en España, y contra
todos los demás en Europa.
El balance no pudo
ser más positivo: el Barça goleó al Real Madrid, sometió al Manchester United y
se alzó con un doblete –más tarde, quintuplete- y se reafirmó como amo y señor
del fútbol.
Josep Guardiola,
Xavi Hernández y Lionel Messi fueron las claves del éxito, pero hoy corresponde
hablar solo sobre los dos jugadores.
Lo que hizo el 6
blaugrana es difícil de creer. Siempre que jugó, él mandó, sometió y fue eje de
adecuación de los otros veintiún futbolistas. Todos los balones pasaban por él
sin que nadie pudiera evitarlo; sencillamente, a Xavi era imposible quitarle el balón. Importaba poco si le hacías un marcaje al hombre, más o menos agresivo,
o si querías empantanar la salida con balón del Barça con una presión alta:
Xavi no la perdía. Cabe destacar que su giro 360° es el mejor que he visto.
Hernández tenía –y
tiene, pero ya no puede desarrollarla- la capacidad innata para acomodar a sus
compañeros en el campo a través del balón. Su poderío sobre la maduración de la
jugada era absoluto e inquebrantable.
Su defecto es –y siempre
ha sido- su inoperancia defensiva, pues cuando el equipo pierde la pelota, él
prácticamente desaparece, como un topo bajo tierra, dejando un hueco en el
sector ubicado detrás de su espalda, a la derecha del pivote defensivo. Esa es
la zona que los rivales han explotado hasta la extenuación, como una mina. El Madrid
con su tropa de mediapuntas, el PSG con Pastore, y el Bayern con todos.
No obstante, tal falla
poco importaba en el Barça del 80% de posesión. Como mencioné dos párrafos
atrás, Xavi ordenaba a su equipo a través del balón, compactándolo como a
ningún otro en la historia, y en consecuencia, perder el balón y recuperarlo
dos segundos después se convertía en una relación de causalidad. De esta
manera, el 6 corría dos metros hacia adelante –para presionar- en vez de 40
atrás.
Si Xavi era el principio,
Messi era el final. En uno de sus artículos de opinión para El País, Guardiola
dijo lo siguiente: “(...) Para ganar se necesita algo más que jugar muy
bien. Se necesita a un insolente, a un maleducado, para salirse de lo
establecido y que coja el balón y decida el partido. Con una jugada, con un
lanzamiento de falta, con un no sé qué…”. Leo es eso. Conoce y domina el
juego de posición, pero él es quien decide los partidos.
Los problemas
empezarían tras el verano de 2011. El Barça fichó a Fábregas, Guardiola recurrió
al 3-4-3 y el juego se aceleró. Xavi sufrió, sí, porque se vio superado por el
ritmo. Un sector culpó al técnico blaugrana de precipitar el declive del
jugador, pero a posteriori sabemos que la decisión de Pep fue más
consecuencia que causa. Lo primero que perdió Xavi fue agilidad, paulatinamente,
y con ello, su superpoder: comenzó a perder el cuero. La presión alta lo agobiaba
y cada vez le era más difícil dar ese giro 360° tan importante para su juego.
Incapaz de ejercer
su dictadura en la base, el 6 migró a tres cuartos. Allí vivió unos meses
extraordinarios, marcando y asistiendo, compartiendo el peso del juego con los
demás. Xavi sobreexplotó su “pase definitivo” y su gol; solo necesitaba estar alerta,
anticiparse a la presión de su marcador y recibir-soltar en un parpadeo, sin
necesidad apenas de girarse sobre su eje. No obstante, el glamour de ejercer de
brújula lo tentaba de vez en cuando, y fueron varios los partidos en los que se
le vio más atrás, contra rivales voluntariamente aculados en su área.
Su inicio de 2012
fue su período más gris desde la llegada de Guardiola al banquillo. Su propio
equipo, aquel que otrora dirigía, le pasaba literalmente por encima con un
ritmo frenético que no entendía, que no era suyo. Xavi quedó aplastado bajo las
estampidas ante Espanyol y Betis en enero.
No todo fue malo.
Xavi jugó dos finales excepcionales: la de la Copa del Rey y la de la Eurocopa.
El banquillazo a Fábregas en el Barça y el doble pivote en España lo
beneficiaron, sin duda.
Con Tito como
principal del Barça, sucedió lo inusitado: Xavi volvió a bajar, primero como
compañero de Busquets en el doble pivote y más tarde como interior de posesión.
Su principio de
temporada fue bueno porque asimiló sus límites y cedió la batuta a Fábregas.
Pero gracias al plan de Tito, esta vez el 6 no fue sepultado bajo el vértigo,
sino que convivió armoniosamente. No obstante, la degeneración del juego de
posición y la descompresión del equipo como unidad trajeron la consecuencia
lógica: la inoperancia defensiva de Xavi, y en menor grado la de Andrés, puso
en jaque a un Busquets sin suficientes tentáculos para apagar los fuegos, y
sobre todo, a los centrales. El equipo se agarró a Messi, quien pasó de ser el
final a ser Alfa y Omega, el primero y el último, el principio y el fin. Desde
entonces, el argentino ejerce, junto a Fábregas, la doble función de interior
derecho-falso nueve.
Tras la debacle de
San Siro, con Tito en Nueva York y el equipo sin respuestas pero con muchas
dudas, Xavi tomó la batuta pero su labor como mediocentro fue penosa. Como dije
antes, Hernández ya no podía girarse y además, tenía meses sufriendo la pérdida
del punto físico necesario para, aún sin esa capacidad, recibir y soltar en
tres cuartos. Su retroceso posicional fue tan perjudicial como necesario,
porque como mediapunta habría sufrido lo indecible.
Si quieren, véanlo
de esta manera: Xavi huyó hacia atrás para estar tranquilo y sentir la
seguridad de poder pasársela a los centrales, forzado por su imposibilidad para
aguantar la agresividad en el marcaje, y obligado a soltar la pelota cuando ve
que se le acercan. Ya no es ese mediocampista que te aseguraba un 75% de
posesión, y sus pérdidas de balón, unidas a su inoperancia defensiva, hacen que
reste más de lo que suma. La final en el Maracaná no fue sino otra confirmación
–la enésima- de que Hernández ya no está para competir en la élite, atado a sus
limitaciones físicas y desbordado por el ritmo alto de los brasileños, alemanes
y madridistas.
Está en manos de
Tito Vilanova y de Vicente Del Bosque demostrar que Xavi aún puede darle una
vuelta más a la tuerca, la última de su carrera. ¿Conseguirán que no reste, o
le pedirán que dé un paso a un costado? Yo apuesto por lo segundo, aunque la
melancolía sea poderosa.
Tienes razón Carlos. Xavi está en su declive profesional sin ninguna duda. No obstante, la calidad técnica, la experiencia y la veteranía son factores básicos para conducir con éxito al FCB una temporada más. La transición deberá hacerse de manera gradual. Es vital dar oportunidades y confianza a los chavales de la cantera sin ningún tipo de reticencias. NO dejaría escapar ni a Thiago, ni Tello, ni Deuofeu. El modelo, el sistema de juego y el método deberían ser innegociables. Los éxitos y títulos así lo atestiguan. Esperemos, como culés, que no cambien el rumbo y sigan ofreciendo espectáculo jornada tras jornada. La dupla Messi-Neymar marcará las diferencias. Los buenos aficionados al fútbol se frotan las manos. Los ignorantes seguirán ensuciando, llorando y escupiendo rabia y envidia. Carlos, el relevo de Xavi está garantizado, NO corre peligro el estilo. SALUDOS.
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