Para
nadie es un secreto la forma en que Real Madrid encarará los
enfrentamientos directos contra el Barcelona. Mourinho ha dado con la
tecla tras innumerables intentos y su planteamiento es, gústele a
quien le guste, un dolor de cabeza para los azulgranas.
Presión
alta, repliegue medio y fase ofensiva o plantar el autobús
dependiendo del resultado. Tres períodos invariables que el Real
Madrid recorre en el transcurso del partido. No obstante, de todas,
la que cualquier aficionado culé desearía borrar de la faz de la
tierra es la primera: la presión alta.
Esperar
al Barcelona atrás y rezar por un contraataque mágico que resuelva
todos tus problemas es como ganarse la lotería: puede pasar, pero la
probabilidad es casi nula. La consigna es clara: si puedes presionar,
¡hazlo! “Si puedes”, porque no cualquier equipo está en la
capacidad de hacerlo sin dejarle una autopista a los “velocistas
camaleónicos” (como definiría Martí Perarnau al Barcelona de
Cesc); véase el Rayo-Barcelona, que terminó en una clara
humillación del local en Vallecas.
Real
Madrid es el equipo que mejor sabe hacerlo, y confía en que esa es
la vía para destronar al conjunto catalán. Al Barcelona le cuesta
muchísimo reaccionar y superar esta presión y eso desnaturaliza su
juego. Por supuesto, aún siendo irreconocibles, la calidad
individual de sus jugadores puede resolver la mayoría de los
inconvenientes, pero ante un equipo del calibre de los blancos, las
individualidades no lo son todo.
Este
artículo se refiere solamente a los primeros treinta minutos del
partido, en los cuales los merengues hicieron galas de la presión
asfixiante que les caracteriza.
El
Barcelona saltó al Bernabéu con una concepción táctica
completamente equivocada de lo que sería el partido. El cuerpo
técnico habrá pensado que los merengues no serían capaces de
ejercer su presión alta sin Ramos ni Pepe, pero lo hicieron como
siempre. ¡Vaya sorpresa!
(Primera
imagen) El Real Madrid optó por dejar libres de marcas a los
centrales, Piqué y Puyol. Eso sí: Ozil y Benzema aislaron a
Busquets del resto del equipo con una fijación enfermiza. Cristiano
y Callejón se encargaban de los laterales, y Khedira y Xabi de
barrer cualquier amenaza central. Sin salida.
(Segunda
imagen) Alves y Alba se percataron rápidamente de la imposibilidad
del mejor mediocentro defensivo del mundo para recibir el balón, así
que bajaron al auxilio de los centrales, regalándoles opciones de
pase, aunque infértiles.
(Tercera
imagen) El escenario obligó a Xavi a bajar a la base de la jugada,
extrañamente con libertad. Es cierto que Busquets arrastró a
Benzema, pero el descenso del de Terrassa sin ninguna marca se
repitió varias veces. Quizás esa era la intención de Mourinho:
hacerle retroceder, donde su influencia es menor ahora.
(Cuarta
imagen) También Cesc podía recibir cómodamente, voltearse y seguir
la jugada.
Con
Iniesta en el tridente ofensivo, Busquets asfixiado y Cesc en las
nubes, Xavi no tenía otro socio más que Alves. Otro problema que
respondió Messi bajando a su auxilio. Y Mourinho se deshacía de
otro puñal.
(Quinta
imagen) La jaula alrededor de Busquets le impedía siquiera soñar
con controlar un balón y darle salida limpia al equipo; su
“angustia” se vio reflejada en tan solo tres minutos, cuando se
disponía a recibir una cesión de Puyol y Ozil se lo comió vivo.
Era tal su calvario que pasaría a ocupar un perfil lavolpiano por
momentos, ¡y aún así Benzema no lo dejarían en
paz!
(Sexta imagen. La misma que la cuarta) La coyuntura acontecida dos minutos después resulta
significativa. Busquets huyó hacia la derecha y Fábregas suplió su
lugar en el centro de campo, totalmente libre de marcaje. Tanto Xavi
como él podían recibir en esa zona con relativa comodidad, mientras
que el tormento de Sergio seguía sus pasos. Si Messi amontona una
absurda cantidad de rivales arriba, Busquets le compite abajo.
(Séptima
imagen) Iniesta analizó la situación y determinó que debía bajar
a darle una mano a sus compañeros. Essien lo persiguió como una
sombra, casi respirándole en la nuca. Por supuesto, con el falso
extremo en la base y con absolutamente nadie ocupando el carril
zurdo, el ghanés no tenía razones de peso para quedarse en su
lugar. Órdenes de Mourinho, que sonreía de oreja a oreja como el
gato de Cheshire: Hernández, Messi e Iniesta en los primeros
cincuenta metros de la cancha.
¿Y
quiénes quedaban por allá arriba? El incombustible Pedro, ocupado
en fijar y arrastrar a Arbeloa y ¿Fábregas? No me malinterpreten:
el de Arenys es un jugadorazo, titular casi indiscutible, pero para
estos planteamientos hay opciones mucho mejores. Cesc, que no sabía
a dónde ir, qué espacio ocupar, si picar o no, parecía entretenido
viendo cómo la mecían Xavi, Andrés y Lio.
Los primeros treinta minutos del Barcelona fueron buenos, pero hasta ahí. El Real Madrid lo desnaturalizó una vez más en ese período, obligándolo a jugar de una manera no acostumbrada, forzándolo a acumular demasiada pólvora en el sótano y dejando una bala buena y una bala mala arriba por largo rato. Al final del tramo se pudo ver una disposición con Pedro por la izquierda, Cesc como falso nueve y Messi como falso extremo derecho, con Iniesta-Busquets-Xavi detrás.
Tras
analizar esta media hora de presión alta, las conclusiones son
varias:
1-
El rol de Iniesta como falso extremo es inviable ante la presión
alta del Real Madrid. Xavi y Busquets piden un socio a gritos. Una
vez que el Real Madrid se repliegue parcial o totalmente, Andrés
podrá volver a superar laterales con ridícula facilidad.
2-
La necesaria recolocación de Iniesta como interior junto a Xavi y
Busquets en el mediocampo es más que suficiente para sacar el balón
con pulcritud. En este contexto, la influencia de Cesc se diluye.
Arriba hay mejores opciones, como Villa y Alexis (aunque el último
tenga una maldición). Con Andrés más retrasado, el Barcelona pide
a gritos otra referencia ofensiva más allá de Pedro y
ocasionalmente Messi. Quizá el de Arenys sea un buen cambio para el
segundo tiempo, pero no lo veo de inicio.
3-
Así como Messi entendió que podía arrastrar un tropel de rivales
arriba, Busquets deberá hacerlo abajo, previsiblemente con Ozil y
Benzema. Su sola orientación hacia la derecha o izquierda atrajo a
ambos merengues, permitiendo que otros como Xavi e Iniesta tomaran el
timón del equipo. Este movimiento, de ser captado, podría
repetirse.
4-
Otra posible solución sería evaluar cómo deberá posicionarse el
equipo a la hora de salir con la pelota. Lo ideal sería generar
superioridad numérica línea a línea, avanzando en conjunto. Sería
interesante ver un 3-5-2 en salida, con Busquets incrustrado entre
los dos centrales, Xavi, Iniesta y Messi bajando a pedir el balón,
con Alves y Alba profundos y dos balas arriba: Alexis y Pedro. La
presencia de otra referencia ofensiva permitiría fijar a los
centrales y laterales madridistas, reduciendo la cantidad de
efectivos en la presión a un máximo de seis, frente a ocho
azulgranas.
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