sábado, 9 de febrero de 2013

Fábregas, Iniesta, Busquets y la presión del Real Madrid



Para nadie es un secreto la forma en que Real Madrid encarará los enfrentamientos directos contra el Barcelona. Mourinho ha dado con la tecla tras innumerables intentos y su planteamiento es, gústele a quien le guste, un dolor de cabeza para los azulgranas.

Presión alta, repliegue medio y fase ofensiva o plantar el autobús dependiendo del resultado. Tres períodos invariables que el Real Madrid recorre en el transcurso del partido. No obstante, de todas, la que cualquier aficionado culé desearía borrar de la faz de la tierra es la primera: la presión alta.

Esperar al Barcelona atrás y rezar por un contraataque mágico que resuelva todos tus problemas es como ganarse la lotería: puede pasar, pero la probabilidad es casi nula. La consigna es clara: si puedes presionar, ¡hazlo! “Si puedes”, porque no cualquier equipo está en la capacidad de hacerlo sin dejarle una autopista a los “velocistas camaleónicos” (como definiría Martí Perarnau al Barcelona de Cesc); véase el Rayo-Barcelona, que terminó en una clara humillación del local en Vallecas.

Real Madrid es el equipo que mejor sabe hacerlo, y confía en que esa es la vía para destronar al conjunto catalán. Al Barcelona le cuesta muchísimo reaccionar y superar esta presión y eso desnaturaliza su juego. Por supuesto, aún siendo irreconocibles, la calidad individual de sus jugadores puede resolver la mayoría de los inconvenientes, pero ante un equipo del calibre de los blancos, las individualidades no lo son todo.

Este artículo se refiere solamente a los primeros treinta minutos del partido, en los cuales los merengues hicieron galas de la presión asfixiante que les caracteriza.

El Barcelona saltó al Bernabéu con una concepción táctica completamente equivocada de lo que sería el partido. El cuerpo técnico habrá pensado que los merengues no serían capaces de ejercer su presión alta sin Ramos ni Pepe, pero lo hicieron como siempre. ¡Vaya sorpresa!


(Primera imagen) El Real Madrid optó por dejar libres de marcas a los centrales, Piqué y Puyol. Eso sí: Ozil y Benzema aislaron a Busquets del resto del equipo con una fijación enfermiza. Cristiano y Callejón se encargaban de los laterales, y Khedira y Xabi de barrer cualquier amenaza central. Sin salida.


(Segunda imagen) Alves y Alba se percataron rápidamente de la imposibilidad del mejor mediocentro defensivo del mundo para recibir el balón, así que bajaron al auxilio de los centrales, regalándoles opciones de pase, aunque infértiles.


(Tercera imagen) El escenario obligó a Xavi a bajar a la base de la jugada, extrañamente con libertad. Es cierto que Busquets arrastró a Benzema, pero el descenso del de Terrassa sin ninguna marca se repitió varias veces. Quizás esa era la intención de Mourinho: hacerle retroceder, donde su influencia es menor ahora.


(Cuarta imagen) También Cesc podía recibir cómodamente, voltearse y seguir la jugada.

Con Iniesta en el tridente ofensivo, Busquets asfixiado y Cesc en las nubes, Xavi no tenía otro socio más que Alves. Otro problema que respondió Messi bajando a su auxilio. Y Mourinho se deshacía de otro puñal. 
 

(Quinta imagen) La jaula alrededor de Busquets le impedía siquiera soñar con controlar un balón y darle salida limpia al equipo; su “angustia” se vio reflejada en tan solo tres minutos, cuando se disponía a recibir una cesión de Puyol y Ozil se lo comió vivo. Era tal su calvario que pasaría a ocupar un perfil lavolpiano por momentos, ¡y aún así Benzema no lo dejarían en paz!


(Sexta imagen. La misma que la cuarta) La coyuntura acontecida dos minutos después resulta significativa. Busquets huyó hacia la derecha y Fábregas suplió su lugar en el centro de campo, totalmente libre de marcaje. Tanto Xavi como él podían recibir en esa zona con relativa comodidad, mientras que el tormento de Sergio seguía sus pasos. Si Messi amontona una absurda cantidad de rivales arriba, Busquets le compite abajo.


(Séptima imagen) Iniesta analizó la situación y determinó que debía bajar a darle una mano a sus compañeros. Essien lo persiguió como una sombra, casi respirándole en la nuca. Por supuesto, con el falso extremo en la base y con absolutamente nadie ocupando el carril zurdo, el ghanés no tenía razones de peso para quedarse en su lugar. Órdenes de Mourinho, que sonreía de oreja a oreja como el gato de Cheshire: Hernández, Messi e Iniesta en los primeros cincuenta metros de la cancha.

¿Y quiénes quedaban por allá arriba? El incombustible Pedro, ocupado en fijar y arrastrar a Arbeloa y ¿Fábregas? No me malinterpreten: el de Arenys es un jugadorazo, titular casi indiscutible, pero para estos planteamientos hay opciones mucho mejores. Cesc, que no sabía a dónde ir, qué espacio ocupar, si picar o no, parecía entretenido viendo cómo la mecían Xavi, Andrés y Lio.


Los primeros treinta minutos del Barcelona fueron buenos, pero hasta ahí. El Real Madrid lo desnaturalizó una vez más en ese período, obligándolo a jugar de una manera no acostumbrada, forzándolo a acumular demasiada pólvora en el sótano y dejando una bala buena y una bala mala arriba por largo rato. Al final del tramo se pudo ver una disposición con Pedro por la izquierda, Cesc como falso nueve y Messi como falso extremo derecho, con Iniesta-Busquets-Xavi detrás.

Tras analizar esta media hora de presión alta, las conclusiones son varias:

1- El rol de Iniesta como falso extremo es inviable ante la presión alta del Real Madrid. Xavi y Busquets piden un socio a gritos. Una vez que el Real Madrid se repliegue parcial o totalmente, Andrés podrá volver a superar laterales con ridícula facilidad.
2- La necesaria recolocación de Iniesta como interior junto a Xavi y Busquets en el mediocampo es más que suficiente para sacar el balón con pulcritud. En este contexto, la influencia de Cesc se diluye. Arriba hay mejores opciones, como Villa y Alexis (aunque el último tenga una maldición). Con Andrés más retrasado, el Barcelona pide a gritos otra referencia ofensiva más allá de Pedro y ocasionalmente Messi. Quizá el de Arenys sea un buen cambio para el segundo tiempo, pero no lo veo de inicio.
3- Así como Messi entendió que podía arrastrar un tropel de rivales arriba, Busquets deberá hacerlo abajo, previsiblemente con Ozil y Benzema. Su sola orientación hacia la derecha o izquierda atrajo a ambos merengues, permitiendo que otros como Xavi e Iniesta tomaran el timón del equipo. Este movimiento, de ser captado, podría repetirse.
4- Otra posible solución sería evaluar cómo deberá posicionarse el equipo a la hora de salir con la pelota. Lo ideal sería generar superioridad numérica línea a línea, avanzando en conjunto. Sería interesante ver un 3-5-2 en salida, con Busquets incrustrado entre los dos centrales, Xavi, Iniesta y Messi bajando a pedir el balón, con Alves y Alba profundos y dos balas arriba: Alexis y Pedro. La presencia de otra referencia ofensiva permitiría fijar a los centrales y laterales madridistas, reduciendo la cantidad de efectivos en la presión a un máximo de seis, frente a ocho azulgranas.

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