martes, 6 de octubre de 2015

¿Quién se llevó mi rosca?


Hablar del Barça es hablar de Messi. Al igual que un Estado comunista ejerce su influencia sobre todos los ámbitos de la vida ciudadana, Messi está involucrado en todos los mecanismos de juego del Barça, de tal manera que cualquier análisis táctico al respecto se explica, comienza y termina por el argentino. Y hablar sobre él es hablar de muchas cosas, y es plasmar muchas emociones. Y las palabras para hacerlo son infinitas, pues se trata de una fuente inextinguible de literatura.

Entonces, ¿en qué consiste el sistema de juego del Barça? La respuesta la hallamos en su desnudez, una vez la despojamos de toda prenda, adorno y accesorio redundante, que consiste en despojarla de todo en absoluto: el sistema es pasarle el balón al argentino para que disponga del destino del juego. Como funcionario único de migración, él controla todo lo que entra y sale. Cada documento pasa por su pie y él pone el sello usando cualquier superficie del mismo.

Es demiurgo cuando tiene la pelota. El nexo entre su recepción y el futuro inmediato es causal. Al igual que Stanley Ipkiss cuando se coloca la máscara de Loki, Messi se transforma y transforma la realidad en cuanto contacta con su instrumento de creación. El rosarino es un ejemplo de infalibilidad. Se trata del gestor más repetitivo de jugadas determinantes en este deporte. Es decisivo y constante: constantemente decisivo. Como si Da Vinci pintara cien veces seguidas La Gioconda; o como si Miguel Ángel reprodujera una copia idéntica de la Capilla Sixtina en cada iglesia.

Es por dicha infalibilidad, asumida tanto por compañeros como por rivales, que cualquier estructura táctica parte de que el argentino tenga el esférico muchas veces, tantas como sea posible, para que sentencie en concordancia. También es por eso que el sistema del Barça es un cuello de botella, centrado en dársela para que pasen cosas, principalmente el alley oop o pase de rosca, un envío diagonal indefendible que termina en oportunidad de gol bastantes veces. La acción se ha convertido en institución con probabilidad de éxito en un deporte donde lo probable es el fallo.

Cuantas veces Messi esté en disposición de ejecutar ese alley oop indica qué tan bien está jugando el Barça un partido.

EUMD explica a la perfección lo que ocurre cuando el 10 tiene el balón:

“Leo Messi es quien lanza el alley oop a Neymar y le limpia su orilla para que regatee, quien le regala espacios en el pico derecho del área rival a Luis Suárez viniéndose a mediocampo, quien da el relevo a Rakitic en el interior derecho y que así el croata vuele, quien construye para Iniesta la circulación en mediocampo y hace jugar al equipo en la mitad contraria, donde Sergio Busquets disfruta del contexto en el que es el mejor. También es quien con su atracción en la derecha y posterior cambio de orientación hacia la izquierda, convierte las apariciones de Jordi Alba entrando al espacio en parte imprescindible del sistema de juego culé, quien desde la combinación en corto ha redescubierto a un Dani Alves dominante, quien sostiene a un central como Mascherano que en realidad no lo es, porque limita su encargo a la anticipación y la carrera, y quien, gracias al ataque que desencadena y a la prudencia a la que obliga al oponente, hace que tanto a Claudio Bravo como a Ter Stegen les lleguen menos.”

Así el Barça ganó una Champions League con rotundidad.

Pero para que lo anterior funcione, Messi debe iniciar como extremo derecho. Da igual en dónde él termine la jugada, pero su origen debe ser la banda. El crecimiento en lo táctico (la jaula) y en lo empírico (en competiciones españolas) de los rivales ha hecho que su concurso por dentro, como falso nueve o enganche clásico, le minimice y genere en el Barça desequilibrios defensivos. Además, las limitaciones tácticas de Gerardo Martino, y Luis Enrique después, tanto como la naturaleza de la plantilla blaugrana, desaconsejan cualquier intento de volver a centrarlo.

En este inicio de temporada 2015-16 no se ha insistido ni en el sistema ni en potenciarlo. ¿Por qué? Tal vez porque el equipo está mal físicamente, aunado a que las lesiones han castigado la banda izquierda: Alba y Neymar aún no coinciden a buen nivel. A partir de allí podría explicarse por qué el alley oop ha perdido presencia. Sin embargo, inquieta el hecho de que no haya tratado de replicarse con otros receptores, como Pedro antes de irse o delanteros como Sandro y Munir.

¿Acaso Luis Enrique ha archivado la estructura que hizo al Barça campeón de Europa? Si es así, ¿qué pretende ahora? ¿O solo la ha apartado hasta que las piezas estén a tope? Lo sabremos pronto.

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