Hablar
del Barça es hablar de Messi. Al igual que un Estado comunista ejerce
su influencia sobre todos los ámbitos de la vida ciudadana, Messi está
involucrado en todos los mecanismos de juego del Barça, de tal manera
que cualquier análisis táctico al respecto se explica, comienza y
termina por el argentino. Y hablar sobre él es hablar de muchas cosas, y
es plasmar muchas emociones. Y las palabras para hacerlo son infinitas,
pues se trata de una fuente inextinguible de literatura.
Entonces,
¿en qué consiste el sistema de juego del Barça? La respuesta la
hallamos en su desnudez, una vez la despojamos de toda prenda, adorno y
accesorio redundante, que consiste en despojarla de todo en absoluto: el
sistema es pasarle el balón al argentino para que disponga del destino
del juego. Como funcionario único de migración, él controla todo lo que
entra y sale. Cada documento pasa por su pie y él pone el sello usando
cualquier superficie del mismo.
Es
demiurgo cuando tiene la pelota. El nexo entre su recepción y el futuro
inmediato es causal. Al igual que Stanley Ipkiss cuando se coloca la
máscara de Loki, Messi se transforma y transforma la realidad en cuanto
contacta con su instrumento de creación. El rosarino es un ejemplo de
infalibilidad. Se trata del gestor más repetitivo de jugadas
determinantes en este deporte. Es decisivo y constante: constantemente
decisivo. Como si Da Vinci pintara cien veces seguidas La Gioconda; o
como si Miguel Ángel reprodujera una copia idéntica de la Capilla
Sixtina en cada iglesia.
Es
por dicha infalibilidad, asumida tanto por compañeros como por rivales,
que cualquier estructura táctica parte de que el argentino tenga el
esférico muchas veces, tantas como sea posible, para que sentencie en
concordancia. También es por eso que el sistema del Barça es un cuello
de botella, centrado en dársela para que pasen cosas, principalmente el alley oop
o pase de rosca, un envío diagonal indefendible que termina en
oportunidad de gol bastantes veces. La acción se ha convertido en
institución con probabilidad de éxito en un deporte donde lo probable es
el fallo.
Cuantas veces Messi esté en disposición de ejecutar ese alley oop indica qué tan bien está jugando el Barça un partido.
EUMD explica a la perfección lo que ocurre cuando el 10 tiene el balón:
“Leo
Messi es quien lanza el alley oop a Neymar y le limpia su orilla para
que regatee, quien le regala espacios en el pico derecho del área rival a
Luis Suárez viniéndose a mediocampo, quien da el relevo a Rakitic en el
interior derecho y que así el croata vuele, quien construye para
Iniesta la circulación en mediocampo y hace jugar al equipo en la mitad
contraria, donde Sergio Busquets disfruta del contexto en el que es el
mejor. También es quien con su atracción en la derecha y posterior
cambio de orientación hacia la izquierda, convierte las apariciones de
Jordi Alba entrando al espacio en parte imprescindible del sistema de
juego culé, quien desde la combinación en corto ha redescubierto a un
Dani Alves dominante, quien sostiene a un central como Mascherano que en
realidad no lo es, porque limita su encargo a la anticipación y la
carrera, y quien, gracias al ataque que desencadena y a la prudencia a
la que obliga al oponente, hace que tanto a Claudio Bravo como a Ter
Stegen les lleguen menos.”
Así el Barça ganó una Champions League con rotundidad.
Pero
para que lo anterior funcione, Messi debe iniciar como extremo derecho.
Da igual en dónde él termine la jugada, pero su origen debe ser la
banda. El crecimiento en lo táctico (la jaula) y en lo empírico (en
competiciones españolas) de los rivales ha hecho que su concurso por
dentro, como falso nueve o enganche clásico, le minimice y genere en el
Barça desequilibrios defensivos. Además, las limitaciones tácticas de
Gerardo Martino, y Luis Enrique después, tanto como la naturaleza de la
plantilla blaugrana, desaconsejan cualquier intento de volver a
centrarlo.
En
este inicio de temporada 2015-16 no se ha insistido ni en el sistema ni
en potenciarlo. ¿Por qué? Tal vez porque el equipo está mal
físicamente, aunado a que las lesiones han castigado la banda izquierda:
Alba y Neymar aún no coinciden a buen nivel. A partir de allí podría
explicarse por qué el alley oop ha perdido presencia. Sin embargo,
inquieta el hecho de que no haya tratado de replicarse con otros
receptores, como Pedro antes de irse o delanteros como Sandro y Munir.
¿Acaso
Luis Enrique ha archivado la estructura que hizo al Barça campeón de
Europa? Si es así, ¿qué pretende ahora? ¿O solo la ha apartado hasta que
las piezas estén a tope? Lo sabremos pronto.
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