martes, 20 de mayo de 2014

La primera piedra del nuevo ciclo


La noche separa al ocaso del día siguiente. Esta es la metáfora perfecta para describir lo que son los ciclos en el deporte. Un equipo como el Barcelona que ha maravillado al mundo y llenado sus vitrinas con el mejor fútbol que se ha visto nunca, finalmente contempla cómo se pone su Sol. Es el fin de una era exitosa como pocas, y es tarea del club que la noche y la penumbra se deslicen como una estrella fugaz en su historia, para comenzar tan pronto como sea posible un nuevo ciclo victorioso.

Ésto deberá hacerlo sin varios de sus viejos bastiones: Valdés y Puyol no seguirán oficialmente, y a falta de confirmación, tampoco Alves; además, la continuidad de Xavi pende de un hilo. Estas bajas unidas a la 2013-14 como primera temporada en blanco tras más de un lustro hacen irrefutable la necesidad de un borrón y cuenta nueva reparador, para construir un nuevo proyecto liderado por Luis Enrique y los futbolistas que aleje definitivamente esa decrepitud y disgregación que atenaza al equipo.

El problema es que lo más adecuado es referírsele como “intento de equipo”, por duro que suene, porque el Barcelona no lo ha sido esta temporada. Martino, un técnico normal en el sentido no peyorativo de la palabra, con ideas y soluciones normales, llegó para dirigir a una plantilla súper específica y especial, limitada por un contexto, por un estilo y por un entorno. Y para más inri, en pleno agosto, sin tiempo para pretemporada ni legitimidad para solicitar fichajes o imponer cambios relevantes en el equipo. El Tata aprendió corriendo... o tal vez no aprendió, pero sí que corrió (su profesionalidad no se discute; su capacidad, sí). EUMD ya profundizó sobre sus decisiones en su artículo “El maestro ignorante”, y considero que es apropiado recomendar su lectura en vez de referirme a algo difícilmente explicable de mejor manera.

En resumidas cuentas, Martino detectó los problemas pero no supo, no pudo o no le dejaron aplicar el antídoto correcto. Lógicamente, no puedes solucionar de manera normal los problemas de una plantilla tan, repito, súper específica y especial. Retrasar y atar a los laterales para evitar contragolpes no es una solución, sino un parche, por dar un ejemplo. Atacar bien para defender en consecuencia es una premisa del juego de posición que practica (o practicaba) el Barcelona, pero ya sea por desconocimiento, desconfianza u otra razón, el Tata miró hacia otro lado.

Lo que queda claro es que trató de enseñarle a los futbolistas a competir desde la normalidad, pero de tanto ser normal se convirtió en vulgar, y el otrora gran equipo acabó como once extraños disgregados por el campo, agarrados a su memoria como una boya en el mar para tratar de hacer lo que antes hacían, sin éxito. Tal cual dinámica del rumor, los patrones de su juego entraron en descomposición y el grupo, ¿capitaneado? por un Messi ácido y anulado sistemáticamente tanto por los rivales como por sus propios compañeros, murió.

Afortunadamente, Luis Enrique es la primera piedra del nuevo ciclo. Porque sí, el Barcelona quiere que la noche y la penumbra se deslicen como una estrella fugaz en su historia. Y puede.

No hay comentarios:

Publicar un comentario